Pomceg. Historia

Historia

Pomceg

Pomceg

De la importación asiática a la producción local

 

 

Pomceg comienza a escribir su prometedora historia a mediados del año 2014. Su fundador, Diego Márquez, trabajaba como ingeniero electrónico para otra empresa del sector. Pero esta cerró y, después de un año dándole vueltas a la idea de montar su propio negocio, decidió intentarlo. El resultado: una empresa industrial joven que, con dinamismo y calidad, busca diferenciarse de la dura competencia existente en el mundo de la electrónica. “Desde siempre soy persistente e intento conseguir objetivos que otros competidores abandonan”, cuenta.

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Los primeros años, la firma aragonesa se centró en captar clientes y gestionar sus proyectos con los mínimos recursos necesarios para construir unos cimientos sólidos, tanto comerciales como financieros, sobre los que crecer con ambición. Sin embargo, el plan de negocio con el que había nacido precisaba un plan de inversión para afrontar la adquisición de activos productivos y poder ofrecer a sus clientes el valor añadido de una fabricación controlada y de muy alta calidad en Zaragoza, diferenciándose de sus competidores. Comenzaba así un cambio de modelo: de la importación a la producción.

A finales de 2016 se trasladó a su ubicación actual, unas instalaciones de 1.000 metros cuadrados situadas en el parque industrial El Polígono de Cuarte de Huerva donde emprender la fabricación local que buscaba. La compra de maquinaria de última generación, completamente automática y sin apenas necesidad de intervención humana, permitía a Pomceg llegar a producir entre 400 y mil piezas cada hora (cuando lo habitual en el mercado eran producciones de entre 60 y 100 unidades por hora), en función del modelo, con la supervisión de solo dos operarios. La fabricación, aunque interconectada, se divide en tres fases diferentes. Primero se lleva a cabo el bobinado, la soldadura y el ensamblado de núcleos y se realiza una primera comprobación de calidad de manera automática, previa al marcado unitario por láser. En una segunda etapa, las piezas se someten a barnizado y horneado, para acabar en la tercera fase, en la que, tras una nueva soldadura, se realizan las comprobaciones eléctricas y físicas mediante cámaras y equipos totalmente autónomos, antes de ser empaquetadas para su entrega.

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La línea de producción supuso una inversión superior a 400.000 euros y se convirtió en “la piedra angular” de Pomceg. “Nuestro anterior modelo de negocio era como el de la competencia, basado en el trading de productos asiáticos y en ofrecer servicios de Ingeniería, Comercial y control de calidad en Europa. Nos dimos cuenta de que, si seguíamos por ese camino, teníamos un techo de crecimiento, por lo que apostamos por fabricar aquí desde septiembre de 2017”, relata Márquez. Gracias a esta decisión, Pomceg se ha convertido en la única empresa en España capaz de fabricar grandes volúmenes de transformadores y bobinas con un precio muy competitivo, debido a su alta capacidad productiva y a la escasa necesidad de mano de obra directa. “Además, confiamos en la automatización en los puntos críticos del proceso para eliminar la variable del error humano que tanto preocupa a las multinacionales y los controles de calidad son discriminatorios, diferenciando el tipo de fallo encontrado para su posterior análisis técnico. Aplicamos una trazabilidad por lote semanal de producción que proporciona una seguridad por encima de la media del mercado”, indica el gerente de Pomceg, quien destaca la “enorme capacidad de adaptación” de la empresa a las demandas de los clientes sin provocar cambios drásticos en los procedimientos.

Convertirse en fabricante, implantando este tipo de tecnología en suelo nacional, supuso el espaldarazo definitivo que Pomceg necesitaba para optar a nuevos proyectos en sectores de potencial crecimiento como las energías renovables o los cargadores de vehículos eléctricos. “Los componentes necesarios para esos equipos requieren actualmente un proceso productivo muy diferente que implica emplear técnicas especializadas. A través de la dilatada experiencia de nuestro equipo en la fabricación de este tipo de productos conseguimos ofrecer a los clientes soluciones que superan con creces sus expectativas, mejorando las propuestas de nuestra competencia”, desvela con orgullo Márquez. La adjudicación de estos proyectos, cuya facturación prevista asciende a un millón de euros, ha obligado recientemente a instalar dos nuevas líneas de producción, invertir en nueva maquinaria y contratar personal. “Los clientes ya no solo nos ven como una empresa de Ingeniería que presta un buen servicio, sino como una empresa productora de bienes, lo cual resulta imprescindible para que grandes compañías y multinacionales nos puedan considerar como proveedor potencial de sus productos”, concluye Márquez.